«Ya habían cenado todos, y el padre les dijo unas palabras solemnes acerca de lo que nunca, bajo ningún concepto, debe hacer una chica decente.»
Decidme si esta no es para enmarcar! 
«Ya habían cenado todos, y el padre les dijo unas palabras solemnes acerca de lo que nunca, bajo ningún concepto, debe hacer una chica decente.»
Decidme si esta no es para enmarcar! 
«—Mercedes, ¿estás dormida? Mercedes…
No tuvo contestación. Ser tierna no le salía. Recordó el Kempis: debía ir allí y abrazarla. Se levantó descalza.
—Perdóname, Mercedes.
—Anda, déjame, vete… —le contestó una voz terca.»
No, si terminaré leyéndome el Kempis por culpa de @editora , ya verás tú...🙄
«Ahora ya cenamos otra vez a las nueve y media, como siempre en el invierno.»
En aquella época, principios de los 50, en casa de mis abuelos se cenaba a las nueve y a las diez ya estaban todos acostados. Pero, claro, estas mozas son de familia bien y mis abuelos eran pobres.
Madre mía! Menuda tentación!
«Dijo que le gustan las clases como la que hemos dado hoy, con pocas alumnas, pero que le extraña el poco interés que tienen las chicas de todos los cursos, y más todavía que las que faltan le pongan pretextos de enfermas, habiendo advertido él desde el primer día que piensa dar aprobado general y no poner faltas de asistencias. Por lo visto siempre lo ha hecho así, también en otros sitios donde haya dado clase, en el extranjero o donde sea, esto de no obligar a nadie a aprender; dice que nada más aprende el que tiene ganas y que por eso no da sobresaliente ni nada, para que el que estudie no lo haga por la nota, sino por el interés de aprender.»
«Las chicas sin novio andaban revueltas a cada principio de temporada, pendientes de los chicos conocidos que preparaban oposición de Notarías. Casi todas estaban de acuerdo en que era la mejor salida de la carrera de Derecho, la cosa más segura. Otras, las menos, ponían algunos reparos.»
Con un párrafo, ha definido toda la filosofía de vida de las mujeres de una capa social. Y se queda tan pancha.
Disculpe, es aquí el club de fans de Carmen Martín Gaite? Venía a apuntarme 😌 .
«Ya no venían tantas visitas y se iban pronto. La madre tenía poca conversación, Teo estaba siempre estudiando y Elvira no salía casi nunca.
—Total para qué va una a venir —comentaba alguna señora que coincidía con otra y salían juntas—. Parece que les molesta. Lo hace una por bien y yo creo que ni lo agradecen. La chica, nada, ni aparecer. Que era lo natural, al fin y al cabo, acabando de terminarse el rosario por el padre, como aquel que dice. Aunque nada más fuera por el qué dirán.»
En el capítulo 14, por primera vez (y única!) en toda la novela, aparece la expresión «por el qué dirán». Y, sin embargo, la autora ha sabido comunicar esa idea en casi cada página, sin tener que recurrir a esas palabras. Cuando lo hace, la pone en labios de un personaje (no es la voz narradora la que guía la interpretación del lector) y como parte de un discurso que suena tan natural que el aspirante a escritor se avergüenza de no haber sido capaz de escribir.
«Me he dado cuenta de una cosa: de que en casa para pasar inadvertida es mejor hacer ruido y hablar y meterse en lo que hablan todos que estar callada sin molestar a nadie.»
Una descripción que se ajusta no sólo a la familia protagonista y a muchas otras, sino, creo, a casi la totalidad de las sociedades pequeñas, donde las gentes viven soviéticamente (en el espionaje mutuo, digo) y el que se sale de la norma es severamente castigado (críticas, ostracismo, expulsión).
«—Que no, qué tontería. ¿Por qué lo dices?
Se rió porque siempre se ríe cuando está muy convencida de una cosa pero no es capaz de explicarla bien.»
Eso lo hace mucha gente, no sólo los adolescentes.
«Le pregunté que por qué no hacía ella diario y dijo que no me enfadara, pero que le parecía cosa de gente desocupada, que ella cuando no estudia le tiene que ayudar a la madrastra a hacer la cena y a ponerle bigudís a las señoras. Otro día le hablé del color que se le pone al río por las tardes, que si no le parecía algo maravilloso, a la puesta del sol, y me contestó que nunca se había fijado.»
La joven Alicia tiene razón: para tener preocupaciones estéticas (filosóficas, artísticas, existenciales...) hace falta tiempo libre, esto es, una situación acomodada.
Contemplar la lluvia en una mañana fría y gris, entre capítulo y capítulo de «Entre visillos», comentar fragmentos con @editora y otros mastodontes, dedicar algunos minutos a la introspección, a compararme con unos personajes o con otros, a comparar su mundo con el mío... Son cosas de «gente desocupada», lo reconozco, pequeños privilegios me he ganado sólo en parte (gracias a que mis padres me ofrecieron los medios para poder hacerlo).
Eso sí, ni siquiera en los cinco años que viví en un pequeño pueblo sentí la presión social que sufren las protagonistas de la novela: muchos años después, fui consciente de haberla sufrido, pero, por suerte, en aquel momento no la sentí ni creo que me afectara mucho. Tuve la fortuna de abandonar aquel ambiente con diez años; pasar allí mi adolescencia habría sido insoportable.
«En seguida de comer me he ido al Instituto. Tía Concha quería que hoy perdiera las clases y me fuera con Petrita al cine, pero yo dije que no podía. Hemos salido juntas.»
Se puede decir más alto y claro que, a esa familia (a esa capa social) le importa una mierda la educación de sus hijas? Total, pa' qué? Si lo que tienen que hacer es encontrar novio y casarse antes de se les pase el arroz...
@giorgiograppa M'has fet venir ganes de llegir-la. De Martín Gaite no he llegit res. Imagine que escriu novel·les ambientades en la postguerra, no?